La visión le impresionó. Fue hace tres años y medio, poco antes de navidades. El arquitecto David Fisher disfrutaba de un atardecer en la impresionante terraza de un amigo suyo, en la Olimpic Tower de Nueva York. «¿Te das cuenta?», le dijo el amigo, «nadie tiene una vista como la mía en Nueva York». Su privilegiada orientación permitía ver los dos ríos que flanquean la península de Manhattan: el East y el Hudson. Fue entonces cuando Fisher se iluminó y se hizo la siguiente pregunta: ¿y si hiciéramos rotar este apartamento?, ¿qué pasaría si hiciéramos que en un edificio cada piso rotara a una velocidad distinta, con una aceleración distinta, en momentos distintos? El resultado es el proyecto que presentó el pasado 24 de junio en Nueva York, la Rotating Tower, una torre viva que sueña con convertirse en icono de la ciudad de las locuras arquitectónicas.
Una torre de 80 pisos en movimiento. Cada piso rotando a su ritmo, de modo que el edificio nunca presenta el mismo aspecto. Un cono central del que se van colgando apartamentos de lujo previamente fabricados en Bari. Son los presupuestos fundamentales de los que parte Fisher, de 59 años, un experto en estructuras prefabricadas que, con ese apellido que tiene, se declara cien por cien italiano. El que alquile un piso en su torre no notará el movimiento bajo sus pies, pero sí verá cómo el paisaje va cambiando a lo largo del día. «Cambiará nuestra percepción del tiempo. Es como cuando ves un atardecer en el Mediterráneo: atrapas el sentido de que el tiempo pasa sin necesidad de mirar el reloj», cuenta por teléfono desde su laboratorio florentino este hombre conocido hasta ahora por el diseño de baños de mármol inteligentes.
El edificio genera una parte de la energía que requiere por medio de su propia rotación y de la captación de energía del viento, según se explica en el proyecto. Un elemento que a Fisher y a los que le respaldan -una sociedad creada ex profeso para el proyecto, Rotating Tower Dubai Development- les permite poner la etiqueta de verde al proyecto. Fisher asegura que su torre rotatoria será realidad en 2010. Que tras la presentación en Nueva York han recibido peticiones de Estados Unidos, Brasil e incluso España, y ya tienen más clientes que apartamentos. Sin embargo, no desvela la cifra de clientes ni quedan del todo claros los detalles financieros de la operación. Es lo que se lleva hoy día: se hace una presentación-flash, una pequeña inversión de partida, y se espera a que la brillantez de la idea arrastre a las fuerzas políticas y financieras. Algo muy habitual en todo el mundo y a lo que estamos menos acostumbrados en España, como explica el arquitecto Miguel Ruano, especializado en proyectos a gran escala, y que prepara un libro sobre Dubai. «Si en algún sitio se puede hacer un proyecto así es precisamente en Dubai, donde nada es imposible», comenta Ruano, que viene trabajando en el emirato desde 2000. «Es posible que se construya, o que sea una puesta en escena. Pero en Dubai, cada vez hay que ser más serio, te la juegas: si les haces quedar mal, ya no puedes volver a poner en marcha un proyecto».
El objetivo de Fisher y los suyos es muy ambicioso: convertir su torre en el próximo icono de la ciudad. Lo tienen difícil. Ya está en fase de construcción Burj Dubai, la que será la estructura más grande jamás construida por el hombre (ya han llegado a los 811 metros de altura).
La torre giratoria pretende abrir una nueva era en la arquitectura, incorporando el dinamismo a los edificios, dicen sus promotores. Veinte pisos para oficinas, 15 para un hotel, 35 con pisos de lujo y, los 10 últimos, chalés. En una primera fase, confiesa Fisher, los clientes sólo podrán ser ricos: el metro cuadrado costará 20.000 euros. Pero el arquitecto italiano confía en que su idea prospere, se popularice y acabe siendo asequible para «la gente corriente». Asegura que se hará otra torre giratoria en Moscú, en 2011. Y sueña con que le sigan Londres, Nueva York y, en un futuro, dice, Madrid. –
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