No hay cuartel en la guerra por arañar el cielo de Shanghái. No ha acabado la construcción del rascacielos llamado a romper el récord de altura de la ciudad -y, por lo tanto, del país-, cuando ya se comienza a trabajar en los cimientos de otro que lo superará en poco tiempo. Y no puede faltar en cada edificio un mirador a cual más espectacular, claro. Es un lucrativo negocio que ayuda a recuperar parte de la ingente inversión, porque no hay turista que no quiera subir a las alturas. No en vano, la capital económica de China, también la ciudad más poblada del país más nutrido de gente del planeta, solo se muestra en toda su brutal ferocidad a vista de pájaro.
Pero la ciudad que hoy tiene el mayor número de rascacielos del mundo no hace ni tres décadas que dejó de ser un ‘skyline’ plano. La torre Perla del Oriente rasgó el cielo por primera vez en 1994 con sus 468 metros -hasta el final de la antena-. Abrió entonces, cuando las reformas económicas comenzaban a dar sus resultados, un observatorio desde el que la nueva zona económica de Pudong todavía se veía como una gran explanada de huertas en el que las excavadoras comenzaban a sentar los cimientos del centro financiero llamado a convertirse en uno de los más importantes del mundo.
Tardaron un lustro en construir otro edificio de altura similar. El rascacielos Jin Mao elevó bastante el espacio habitable, pero su observatorio, situado en la planta 88, solo le ganó un metro al más alto de la Perla del Oriente. Eso sí, las vistas habían cambiado sustancialmente. Más rascacielos nacían y crecían a los pies del nuevo gigante, en el que los visitantes suben hasta los 340 metros del observatorio en solo 45 segundos -los ascensores vuelan a 9,1 metros por segundo-, y China ya era el dragón que había despertado. En cualquier caso, el reinado del Jin Mao no iba a ser largo.
Nueve años después, coincidiendo con la puesta de largo propiciada por los Juegos Olímpicos de Pekín, Shanghái completó el SWFC -comúnmente conocido como ‘el abrebotellas’-, y abrió el que entonces era el observatorio más alto del planeta, situado en la planta número cien. Es, a 474 metros sobre el suelo, ‘la pasarela del cielo’. Y, ahora, desde su estructura de acero y cristal, la megalópolis aparece como una infinita jungla de asfalto poblada por gigantescas moles que perforan la terca niebla que cubre este explosivo cóctel de 24 millones de habitantes.
Pero solo será el techo de la ciudad más próspera de China dos años más, porque muy cerca ya toma forma la torre llamada a batir al SWFC. Shanghai Tower dará un salto cuantitativo con su retorcida estructura de 632 metros, y no hay duda de que tendrá su observatorio en superlativo. Claro que es posible que la polución impida ver el suelo.
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