A estas alturas, un criterio rápido para averiguar si un edificio es más o menos sostenible consiste en fijarse en cuántas veces se menciona el adjetivo a su lado para luego hacer el cálculo inverso. Mientras algunos diseñadores se llenan la boca con la palabra, otros se dedican a construir con esa lógica sin necesidad de mentarla. Cada vez son más los proyectistas que saben colocar cristaleras para que el sol caldee en invierno y el aire ventile en verano.
El leridano Josep Bunyesc engrosa esa lista de profesionales más cómodos con los hechos que con los discursos. Y, sin embargo, sus edificios hablan. Se convirtió en arquitecto hace siete años y, tras cursar un master de arquitectura sostenible en Bélgica, ha levantado la primera vivienda certificada como casa pasiva en España (PHPP). Se trata de inmuebles perfectamente aislados que ahorran hasta un 90% del consumo energético.
En este caso, su propia residencia a las afueras de Lleida no solo incorpora criterios ecológicos tradicionales (placas solares, buena orientación o materiales aislantes), además propone un sistema constructivo que, con elementos autoportantes prefabricados de madera, permite concluir la obra en pocas semanas y, por supuesto, construir en seco. En la vivienda pasiva de Bunyesc, la estructura de pilares está encerrada entre tableros de madera reciclada (OSB) que conforman el acabado interior. Entre esas paredes interiores y los muros de la fachada exterior, de placas de fibras de madera compacta, casi 20 centímetros de lana de oveja (28 en la cubierta) mantienen la temperatura de la casa.
Sin embargo, al tratarse de materiales transpirables, el aislante permite la evacuación de humedad mientras que los tableros de OSB encolados actúan como barrera de vapor evitando la condensación en el muro.
La vivienda está ideada para absorber el sol con grandes ventanales -la captación solar es la primera característica de las 10.000 viviendas pasivas que ya hay levantadas por Europa- y está dotada con aislamiento para mantener la temperatura en el interior. El tercer punto para lograr un consumo energético sostenible es la ventilación. Y la vivienda de Bunyesc cuenta con un sistema, a base de conductos y pozos de aire, que no precisa abrir ventanas para ventilar y por eso lo hace manteniendo el calor del interior de la vivienda. El resultado es una temperatura doméstica de 23 grados cuando en la calle los termómetros no alcanzan los 10 grados. Cuando no brilla el sol, las placas solares recurren a la energía que han acumulado para compensar la pérdida de calor.
Con todo, su propia vivienda no es una excepción en el trabajo de Bunyesc. Es la regla. No lejos de allí, en Pallars Jussà, a 2.400 metros de altura, el refugio Colomina se levantó en una semana con prefabricados ligeros de madera de alerce -aislados con lana interior- y, de nuevo, grandes cristaleras. También en La Segarra este arquitecto amplió una vivienda con idéntico método: manejando lana y alerce de la zona. Y todo sin mencionar el adjetivo sostenible.
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