El jardín botánico de Barcelona, el paseo marítimo de Benidorm, las bodegas de Toro o el hotel Juan Carlos I, también en Barcelona, tienen un sello común: la concepción geométrica del paisaje. Es una forma de entender la arquitectura por la que Carlos Ferrater (Barcelona, 1944) se ha convertido en uno de los arquitectos imprescindibles del panorama internacional. Su nombre está de actualidad por tres motivos. El Colegio de Arquitectos de Madrid le ha dedicado una exposición en la que se revisa su obra fundamental. A la vez, la monografía sobre su obra editada por Manuel Padura ha sido reconocida como el gran libro del año de arquitectura publicado en 2008. Y, mientras tanto, la expectación en torno a su figura aumenta según crecen sus posibilidades de ser el constructor del nuevo estadio del Fútbol Club Barcelona, un proyecto bautizado como Rascahorizontes por el arquitecto.
Ferrater tiene su estudio en pleno centro de Barcelona, en la calle de Balmes. El edificio, 425 metros cuadrados, está situado en el corazón del Ensanche. Construido en 2002, su fachada mezcla la piedra y la madera con el acero y el vidrio para conseguir una peculiar versión de los edificios construidos a finales del XIX y principios del XX. Los espacios del interior son totalmente diáfanos y se comunican entre sí de una manera natural. Todo en el mundo de este arquitecto parece estar interrelacionado. Las individualidades parecen no tener cabida en el mundo creativo de Ferrater.
Defensor del trabajo en equipo, señala a su propia familia como coautora de toda su obra: sus hijos Borja y Lucía y su yerno, Xavier Martí, encabezan un reparto cuyo sello perdurará en todo el mundo. ¿Qué tienen en común los proyectos de Ferrater? El arquitecto duda y finalmente responde que si tuviera que escoger un elemento señalaría la Naturaleza, así, con mayúsculas, vinculada al mundo de la geometría. «Las formas geométricas me han servido siempre como el mejor puente para cruzar a la esencia del paisaje». Volúmenes, cajas, trenzados, mallas sirven para interpretar cada uno de sus proyectos. ¿Y el peso del Mediterráneo en su obra? «La luz natural es fundamental. Las formas geométricas nos sirven para extraer lo mejor de un paisaje. En el Mediterráneo se funden ambos conceptos. No nos interesan los simples contenedores». Añade que le apasiona el paisaje como punto permanente de referencia para sus investigaciones. «Hoy la multiplicidad del paisaje, entendido en todas sus formas: urbano, degradado o virgen, así como la complejidad de las nuevas ciudades nos permiten establecer lugares de experimentación».
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