Bodega Mas Rodó (Mediona, Barcelona)
Sala Ferusic Arquitectos
Carles Sala, de Sala Ferusic Arquitectos, proyectó esta bodega barcelonesa que se funde con los colores del paisaje. Se trata
de una reforma y adecuación de una nave agrícola de los años setenta sobre las bases de una antigua masía del siglo XVIII.
La arquitectura pone en relación el exterior y el interior, la viña y el vino. Un ejemplo lo ofrece la sala de catas (en la
imagen), cuya ventana mira al sur, sobre los viñedos. El color verde inyecta luminosidad y el paisaje amplía el espacio.
La Grajera (Logroño, La Rioja)
Virai Arquitectos
Situada a pocos kilómetros de la capital de La Rioja, el proyecto arquitectónico de La Grajera «busca un equilibrio entre su
carácter representativo y su vocación de integrarse en el paisaje, evitando tanto el exhibicionismo como el mimetismo
excesivo», según explican los arquitectos del equipo Virai (Juan Manuel Herranz y Marta Parra Casado). Los volúmenes se
adaptan a los accidentes del terreno.
La bodega propiamente dicha queda semienterrada aprovechando la pendiente del terreno, lo que favorece aspectos del proceso
productivo como pueden ser la temperatura constante, el uso de la gravedad o la ventilación natural. Los arquitectos buscaron
así integrar soluciones bioclimáticas. En la fotografía, la zona de barricas.
Qumrán (Peñafiel, Valladolid)
konkrit blu arquitectura
Sandra Hernández y Álvaro Solís, de konkrit blu arquitectura, son los autores de esta bodega situada en el valle del río
Duero, en una zona de orografía suave destinada a la producción vitivinícola y ganadera. El proyecto busca la integración con
el paisaje y la minimización del impacto visual.
La bodega Qumrán cuenta con accesos que, según explican los arquitectos, están «concebidos como umbrales o espacios de
transición interior-exterior». Suavizan el impacto de entrada y salida a la intemperie. Los interiores «son profundas
cavidades o antesalas donde se comprime el espacio y generan cobijo y sombra».
Otazu (Etxauri, Navarra)
Jaime Gaztelu Quijano
La bodega consiste de tres módulos arquitectónicos y productivos: un primer pabellón a dos aguas de teja y madera recibe la
uva y la fermenta en enormes depósitos de acero. Una zona central, semienterrada, acoge la zona de envejecimiento en
barricas. Y un pabellón idéntico al primero aloja zonas de embotellado y almacén.
El espacio central de la bodega aloja una espectacular sala de barricas con bóvedas de hormigón que consiguen una ligereza en
su compacidad admirable. Este lugar «es capaz de detener el tiempo no sólo para la maduración del vino sino también en el
espectador», explica la memoria del proyecto, obra de Jaime Gaztelu, Ana Fernández y José Luis Sota. Al tratarse de un
espacio enterrado consigue una temperatura constante para las barricas sin necesidad de aportes de calor o frío.
Terra Remota (Sant Climent Sescebes, Girona)
Untaller y Pepe Cortés
La bodega Terra Remota se descompone en tres cuerpos semienterrados e interconectados. «El conjunto se concibe como una serie
de muros de hormigón que además de definir las rampas de acceso configuran bancales integrados en la ladera», explica la
memoria de Untaller, que realizó este proyecto en colaboración con Pepe Cortés.
Sala de catas de la bodega Terra Remota, en cuya construcción se utilizan muros de hormigón armado, forjados a base de placas
alveolares y pavimentos de hormigón pulido. Todas las pasarelas, escaleras y carpinterías interiores son de acero inoxidable,
la carpintería exterior es de acero corten y la carpintería de madera es de roble aceitado.
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