El sol del Mediterráneo ha alterado el sobrio hacer de Patxi Mangado. Su nuevo auditorio de Teulada (Alicante) tuerce sus líneas de hormigón para dejar pasar la luz y esquivar el calor del sol.
El resultado es una arquitectura concebida como una gruta «que libra del azote del sol» y una geometría compleja «que permite conservar las vistas sobre el mar». El edificio se percibe así con dos lecturas. La exterior es sobria y dibuja el inmueble como un faro horizontal, una gran caja que anuncia, en el punto más alto de la nueva Teulada, que todo el valle de edificaciones blancas que llegan hasta el mar tiene un nuevo auditorio. Mangado habla de «auditorio regional para 60.000 usuarios en invierno y 120.000 en verano». La lectura interior se adivina en la complejidad no del volumen, pero sí de la fachada, que busca recordar las aristas de un diamante. Ese zigzag no es caprichoso. Trata de lidiar con el sol de la manera más sostenible posible: procurando forzar sombras y evitando la oscuridad.
De este modo, el edificio de hormigón visto (en suelos, cubierta y paredes) mezcla su opacidad -que mantiene suficiente inercia térmica para no precisar aire acondicionado en las zonas de circulación y en los miradores- con la transparencia del vidrio. Y es esta última la que convierte el auditorio en faro nocturno, entre Teulada y Moraira, las dos partes del municipio y también la que deja entrar el horizonte marino en el interior de los vestíbulos.
Casi una década llevaba Mangado trabajando en este proyecto. El ritmo lo impuso el Ayuntamiento alicantino y el arquitecto se adaptó a esa lentitud. Tal vez el proyectista se agarró a esta obra porque intuyó en ella su propio crecimiento como autor. Eso ha hecho que otros trabajos de Mangado, que ya dejan ver esa angulosidad interna, como el Palacio de Congresos y hotel de Palma de Mallorca, se terminaran antes que este inmueble aun habiéndose diseñado posteriormente. Pero el edificio que ahora se inaugura es el padre de ese cambio. Un cambio que ha hecho que un arquitecto sólido y eficaz como Mangado hable ahora con metáforas que quieren leer el suelo plegado del nuevo inmueble «como una playa rocosa» o la fachada facetada como «una cuidadosa escultura que recuerda un diamante».
Puede que, a pesar de haber cuajado una trayectoria plagada de edificios resueltos con contundencia (el Baluarte de Pamplona, el estadio del Palencia, el Pabellón de España en la Expo 2008, el Auditorio de Ávila…) nunca la obra de Mangado haya sido tan sugerente como en los últimos años. Cierta libertad formal aligera sus propuestas desde hace un tiempo. El propio arquitecto lo vive como una conquista: «A mí me gustaría tener capacidad intuitiva. Y eso únicamente lo tienen los genios. Los que no tenemos genio lo suplimos con trabajo e inteligencia. Es decir, hacemos una arquitectura de acercamiento intelectual. Pero envidiamos lo otro. Para hacer arquitectura hace falta inteligencia para captar cuáles son los problemas reales. Y luego, sensibilidad para resolverlos». En Teulada el problema del sol queda resuelto con oficio, pero también con imaginación.
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